En este artículo, exploraremos en profundidad la promesa divina de un reino y cómo se ha revelado a lo largo de la historia. A lo largo de los siglos, Dios ha prometido un reino donde reinará en justicia y paz, y en este artículo, analizaremos cómo esta promesa se ha desarrollado desde el Antiguo Testamento hasta nuestros días.
La promesa del reino en el Antiguo Testamento
La promesa a Abraham
Para comprender la promesa del reino, es esencial comenzar con la promesa que Dios hizo a Abraham en el Antiguo Testamento. En Génesis 15:5, Dios le dijo a Abraham que su descendencia sería tan numerosa como las estrellas del cielo. Esta promesa estableció las bases para el reino prometido, ya que el reino de Dios estaría compuesto por Abraham y su linaje.
Además de la promesa de una descendencia numerosa, Dios también hizo un pacto con Abraham en Génesis 17:7. En este pacto, Dios prometió que sería el Dios de Abraham y de su descendencia y que les daría la tierra de Canaán como posesión perpetua. Este pacto demostró el compromiso de Dios de cumplir la promesa del reino, estableciendo una relación especial entre Dios y su pueblo elegido.
Las profecías de los profetas
A lo largo del Antiguo Testamento, varios profetas anunciaron la venida del reino de Dios. Uno de los ejemplos más destacados se encuentra en el libro de Isaías. En Isaías 9:6-7, encontramos una profecía sobre un Mesías gobernante que establecería un reino de justicia y paz:
“Porque un niño nos ha nacido,
se nos ha concedido un hijo;
la soberanía reposará sobre sus hombros,
y se le darán estos nombres:
Consejero admirable, Dios fuerte,
Padre eterno, Príncipe de paz.
Su dominio será grande,
y se le dará un nombre
que los demás nombres veneran.
El gobierno reposará sobre sus hombros
y se establecerá sobre su reino.
Será un reino justo y equitativo,
que nunca terminará.
[…] La pasión del Señor de los Ejércitos
hará que todo esto se cumpla.”
Otro ejemplo significativo se encuentra en el libro de Daniel. En Daniel 7:13-14, se habla del establecimiento de un reino eterno:
“Y yo continué mirando en las visiones nocturnas, y he aquí, con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre. Llegó hasta el Anciano de Días y se presentó ante él. Y le fue dado dominio, honor y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es un dominio eterno que no pasará, y su reino uno que no será destruido.”
La llegada de Jesús y el reino de Dios
El ministerio de Jesús
La llegada de Jesús fue el cumplimiento de las promesas hechas en el Antiguo Testamento sobre el reino de Dios. A lo largo de su ministerio terrenal, Jesús enseñó sobre el reino de Dios y lo estableció a través de sus obras y enseñanzas.
En Marcos 1:15, Jesús proclamó: “El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos y creed en el evangelio”. Con estas palabras, Jesús anunció la llegada del reino de Dios, llamando a las personas a arrepentirse y creer en la Buena Nueva.
Además de sus enseñanzas, Jesús también realizó milagros que demostraron su autoridad como el Rey del reino de Dios. Por ejemplo, en Marcos 4:35-41, encontramos el relato en el que Jesús calmó la tormenta. Este milagro mostró el poder y la autoridad de Jesús sobre la creación y estableció su dominio sobre el reino de Dios.
La parábola del reino
Jesús utilizó parábolas para enseñar sobre el reino de Dios. Estas historias ilustraban verdades espirituales profundas y proporcionaban una visión clara de cómo el reino de Dios se desarrollaría y expandiría.
Un ejemplo de la parábola del reino se encuentra en Mateo 13:1-23, la parábola del sembrador. En esta parábola, Jesús habla de un sembrador que sale a sembrar su semilla. La semilla cae en diferentes tipos de tierra, representando las diferentes respuestas de las personas al mensaje del reino. Algunas personas reciben la palabra con alegría y la aceptan, mientras que otras son indiferentes o se ven ahogadas por las preocupaciones de la vida.
Otra parábola relacionada con el reino se encuentra en Mateo 13:33, la parábola de la levadura. Jesús compara el reino de los cielos con una pequeña cantidad de levadura que fermenta toda la masa. Esta parábola ilustra el crecimiento y la expansión del reino de Dios a medida que la influencia del reino se extiende a todas las áreas de la vida y la sociedad.
El reino de Dios en la actualidad
La iglesia como el reino presente
Hoy en día, la iglesia desempeña un papel fundamental en la manifestación del reino de Dios en la tierra. Como cuerpo de creyentes en Cristo, la iglesia representa el reino de Dios y debe reflejar los valores y el amor de Dios en sus acciones y enseñanzas.
La iglesia está llamada a trabajar para extender el reino de Dios a través de la predicación del evangelio, el discipulado y el servicio a los demás. En Efesios 2:19-20, se nos dice que los creyentes son “concidadanos de los santos y miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y los profetas, siendo Cristo Jesús mismo la piedra angular”. Esto significa que la iglesia tiene la responsabilidad de construir el reino de Dios en la tierra, siguiendo el ejemplo de Jesús y viviendo según sus enseñanzas.
El reino de Dios en el futuro
Las profecías bíblicas también hablan sobre el futuro reino de Dios. En el libro de Apocalipsis, encontramos la idea de un nuevo cielo y una nueva tierra, donde el reino de Dios se establecerá completamente y habrá justicia y paz eternas.
En Apocalipsis 21:3-4, leemos: “Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí, el tabernáculo de Dios está entre los hombres, y El habitará entre ellos y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará entre ellos, y enjugará toda lágrima de sus ojos; y ya no habrá muerte, ni habrá más duelo, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas han pasado”. Estas palabras describen el cumplimiento final de la promesa del reino de Dios, donde Dios morará con su pueblo y todas las cosas serán restauradas a su estado original de perfección.
El llamado a vivir en el reino de Dios
Arrepentimiento y entrada al reino
Entrar en el reino de Dios requiere un acto de arrepentimiento y fe en Jesús como Señor y Salvador. En Mateo 4:17, Jesús proclamó: “¡Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado!”. Arrepentirse significa reconocer nuestros pecados y volverse hacia Dios en busca de perdón y transformación.
Además del arrepentimiento, es fundamental creer en Jesús como el único mediador entre Dios y los hombres. En Juan 14:6, Jesús afirmó: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí”. Al aceptar a Jesús como Señor y Salvador, nos unimos al reino de Dios y nos convertimos en parte de su pueblo redimido.
Participar en la obra del reino
Todos los creyentes tienen la responsabilidad de participar en la obra del reino de Dios en su vida cotidiana. Esto implica vivir según los valores del reino y obedecer los mandamientos de Dios.
Algunas formas prácticas de participar en la obra del reino incluyen:
- Servir a los demás: Siguiendo el ejemplo de Jesús, podemos encontrar formas de servir y ayudar a aquellos que están necesitados.
- Compartir el evangelio: Debemos compartir las buenas noticias de salvación con aquellos que aún no conocen a Jesús.
- Vivir una vida de integridad y santidad: Debemos buscar la santidad en todas las áreas de nuestras vidas, reflejando el carácter de Dios en nuestro comportamiento y decisiones diarias.
Conclusión
La promesa divina de un reino se ha revelado a lo largo de la historia a través de las Escrituras y el ministerio de Jesús. Desde la promesa a Abraham en el Antiguo Testamento hasta la venida de Jesús y su anuncio del reino de Dios, hemos presenciado cómo Dios ha cumplido gradualmente su promesa. Hoy en día, la iglesia tiene el papel de manifestar el reino de Dios en la tierra y, en el futuro, el reino de Dios será completamente establecido en un nuevo cielo y una nueva tierra. Como creyentes, tenemos la responsabilidad de vivir de acuerdo con los valores y propósitos del reino, participando en la obra de Dios en nuestro mundo.
Te invitamos a buscar tu lugar en el reino de Dios y vivir de acuerdo con los valores y propósitos del reino. Que el reino de Dios venga en tu vida y en toda la tierra.